2010/01/29

Kiko Amati elkarrizketa (The Boiler-Bartzelona)


theboilerclub.blogspot.com helbidean irakurri det elkarrizketa hau eta pentsatzen det Kiko Amat tipo interesantea dala eta asko ikasten dela berarekin, bai musikaz, bai literaturaz, bai bizitzaz orokorrean. Fanzine bat ere idazten du bere anaia Urirekin batera: La Escuela Moderna. Hau da Rompepistas nobela idatzi zuena, eta ahal dudanean Cosas que hacen Bum! eta El Día Que Me Vaya No Se Lo Diré a Nadie irakurri nahi ditut, bere bi aurreneko nobelak.

Elkarrizketarekin uzten zaituztet


Incendiario mod en los 80, barcelonés anglófilo, incansable fanzinero, punk rocker con trajes a medida, llevador de camisetas y chapas que casi nadie entiende, articulista vitriólico, desesperado name-dropper, padre de familia, soul boy con tejanos estrechos, gamberro controvertido, adorador de zapatos, acumulador de discos, ígneo conversador, devorador de quintos en bodegas; y, ahora, novelista Pop de muy difícil clasificación y elevado nivel polémico.Es Kiko Amat, por si dudaban.Y se lo presentamos en una larga entrevista que repasa su trayectoria literaria.

Con Rompepistas cerraste tu particular trilogía “teen”, después de El Día Que Me Vaya No Se Lo Diré a Nadie y Cosas que Hacen BUM! ¿Sigues pensando que ya no puedes escribir nada más, o nada mejor, al respecto? Y, claro, ¿por qué?
Lo de la trilogía no hay que tomárselo muy al pie de la letra. Es una de aquellas cosas que dices en entrevistas con plena conciencia de que va a ser el titular (uno ya tiene tiros pegaos en esto), y que en el momento tiene gracia por la conexión MacIness y la London Trilogy. Fue una manera de (volver a) lanzar cabos-flechas de influencias y cosas grandes para que la gente preste atención, más que una auténtica visión original de trilogía para las novelas. Sí las imaginé -al final, después de que todo el mundo me lo preguntara- en un solo tomo, con cubierta de piel de pecarí y mi anagrama grabado a fuego en el cuero. Pero volveré a escribir novelas de adolescentes, estoy seguro; es la parte de la existencia humana que más me interesa y fascina. A los que les obsesionen estas cuestiones tanto como a mí les recomiendo el libro Teenage; the creation of youth 1875-1945 de Jon Savage. Es pre-rock'n'roll y pre-pop, y empieza con los victorianos, cosa que lo hace aún más inaudito e interesante.

Por otro lado, en varias charlas de barra de bar, así como algún medio de comunicación, has anunciado que vas a encarar una nueva etapa literaria centrada en la vida adulta, llena de obsesiones malcriadas, ilusiones rotas y esperanzas templadas. ¿Puedes adelantarnos algo al respecto?
Es un género que no existe, pero que de hacerlo se llamaría "Novelas de cuarentones en caída libre". Los 40 son otro momento crucial y potencialmente destructivo de la vida. La gente, al acercarse a esa edad, se vuelve majara. Lo de la Crisis de los 40 no es un cliché, sino una verdad aterradora y con enormes posibilidades narrativo-humorísticas. Es terreno adobado para la tragicomedia. Todos esos tipos cargados de sueños rotos, esperanzas aguadas, caminos erróneos, amistades perdidas, vidas malgastadas y un continente físico que ya no les obedece con los años (los achaques, que se multiplican) llegan a un vórtice de catarsis en que todo es posible. Pierden la razón, y es en ese vórtice donde acontece lo imposible: squares que empiezan a ir a putas regularmente, abstemios que empiezan a engullir MDMA como gominolas, tipos consistentemente casados que de repente empiezan a sentir la compulsión de cubrir a toda fémina con la que se cruzan, tíos más envarados que amish y con gustos Jose-guardiolesques que empiezan a lucir "moda joven" y a bailar música electrónica... Es una novela que pide a gritos ser escrita. No puedo adelantar más que eso, porque soy un poco supersticioso en lo de hablar de trabajo en progreso.

El Día Que Me Vaya No Se Lo Diré a Nadie fue tu debut. Pero mientras se lee da la impresión de que ni siquiera te lo planteaste como un libro o un relato, sino como un “voy a crear estos personajes, en este contexto, y a ver qué pasa”. ¿Es una percepción correcta o todo estaba planeado de antemano?
Bien descrito. En aquel momento estaba leyendo a Richard Brautigan compulsivamente, y estaba en mi cénit personal de espíritu filo-twee. Después de muchos años de destrucción de la inocencia, pasaba por un momento en que quería volver a ella, aunque fuese de forma simulada (no hay manera de recobrar la inocencia a los 28; han pasado demasiadas cosas terribles, demasiadas traiciones y dolores, hay demasiada culpa y pena). El día que me vaya... era una celebración de la inocencia y pureza. Se me ocurrió escuchando "You can hide your love forever" de Comet Gain, una canción que casi habla de la castidad como de algo deseable. Se trata de un anhelo por algo puro, bello e indestructible. Mejor un amor puro e imaginado que uno verdadero que vas a manchar, esa era una de las premisas. Es un concepto un poco Dexys, también, ese del anhelo de pureza, de limpieza. Pero no había una linea argumental clara, aparte de capitulear con título, a la Brautigan, y la personalidad de los personajes principales. Y lo del Mundo Paralelo, que está clarmente influenciado por La tentación vive arriba y Billy Liar.
Por otro lado, El día que me vaya era también una especie de apuesta conmigo mismo, un auto-chulearme: "¿A que no vas y escribes una novela, payaso? No hay huevos". Así que tuve que escribirla, para demostrarme que podía. Luego están las razones negativas por las que nació El día que me vaya... A veces, el rechazo a algo es una fuerza creativa tan poderosa como el amor hacia algo. Mi novela de debut está en enorme deuda con el Extrañas criaturas de Jo Alexander, el Raro de Benjamín Prado y el Héroes de Loriga. Fue leyendo estos libros espantosos, deshonestos, estoy-locos e inconscientemente humorísticos que me dije por primera vez: 'Coño, K, tú puedes hacer algo mejor que esto. Es imposible hacer algo más malo'.

Tu segundo libro, Cosas que Hacen BUM, pecó, según muchos, de excesivamente name-dropper. Otros lamentaron estar cerca (o haber pasado) ya de la trentena cuando salió, aseverando lo habrían disfrutado a fondo de haber tenido 14-15-16 años. Por otro lado, capturabas bastante bien la mentalidad que imperaba en los ’90 en Barcelona… en fin, la pregunta es: ¿Aún quieres-amas ese libro o, con el tiempo y Rompepistas mediante, te has distanciado emocionalmente del mismo?
Lo de la mentalidad de los 90 en Barcelona sí me sorprende, porque jamás me he sentido particularmente parte de mi tiempo ni lugar. Pero, en cualquier caso, tengo con el BUM una relación de amor-odio (bueno, tal vez odio sea demasiado fuerte; digamos desagrado). El BUM nació a caballo entre dos de los peores años de mi vida, y en un nefasto momento personal. Es un producto directo de un momento, y como tal me trae recuerdos horribles. Por otra parte, tiene un montonazo de fans (muchísima gente lo prefiere a Rompepistas; craso error, a mi modo de ver, pero contra gustos...) y conserva muchas cosas buenas. Con todo su name-droppismo y aplastante autoreferencialidad y universo de obsesiones, es una novela firmemente anclada en la tradición. Tiene trama, pasan multitud de cosas, hace reír, tiene pathos, se lee ágil, hay un cierto misterio... Por tanto, en las cosas esenciales es una buena novela; no es una patraña posmoderna con título en inglés y capitulitos a lo entrada de blog. Dicho esto, sí podría haber metido menos nombres de cosas que me obsesionan. Uno siempre se da cuenta de este tipo de cosas demasiado tarde. En cualquier caso, para mi el BUM representa una educación práctica para llegar a Rompepistas.

En Rompepistas retrocedes aún más y, tras personas sobre la treintena o la veintena, pasas a describir la vida de un chaval a medio camino entre el niño y el adolescente. Con todas sus miserias. ¿Implicó esta novela una gran regresión por tu parte, o era más bien un cúmulo de recuerdos y sensaciones que ya habías ido re- exhumando y digiriendo, con lo que fue relativamente fácil escribirla?
Rompepistas es una de esas creaciones sobre las que lees a menudo, y que pasan una sola vez en la vida de un autor. Un libro catártico y una experiencia emocional inaudita, Rompepistas es mi primal scream, mi terapia psiquiátrica, hecha ficción. Escribiéndola no paré de llorar: No, en serio: no en plan cursi, ni para hacerme el maldito; simplemente, no me podía contener. Recordar lo pequeños que éramos a los 17, lo que nos pasó a mí y a mis amigos, los lazos que creamos, las pequeñas catástrofes que cayeron encima nuestro, y a la vez el orgullo de pandilla, la arrogancia extrema que da el formar parte de algo. Rompepistas es un canto a la amistad de pandilla y un homenaje a los amigos skinheads de 1987 y 1988, mis colegas de adolescencia. Como experiencia emocional, nunca volveré a tener el vínculo que he tenido con Rompepistas; soy consciente que es una cosa única que no volverá a pasarme. Casi mejor, porque me pasé el 2008 sollozando por las calles como una niñata. Pero era de la emoción, por recordarlo todo y por haber hablado al fin de una historia (pandilla de teenagers dañados y cabreados en el extrarradio de los 80's) que nadie hubiese contado. Nuestras vidas hubiesen desaparecido sin dejar recuerdo alguno. Pero ya no. En 30 años, la gente leerá Rompepistas y dirá: Esto era así. Y es verdad: lo era. Exactamente así.

¿Por qué la crítica (o parte de la misma) sigue confundiéndote con la llamada como Generación Nocilla? ¿Qué autores salvas que estén (justa o erróneamente) incluidos en esta etiqueta?
A nadie. No me gusta nadie de los Nocilla (menudo nombrecito cursi), y todos ellos operan en las antípodas de lo que yo hago. No me interesa la metaliteratura, y odio la concepción posmoderna de la historia y, en particular, de la narrativa. Que me incluyan ocasionalmente con ellos es vagamente insultante, pero supongo que lo que intentan los que lo hacen es diferenciarme de los carcamales de siempre y meterme en el saco de gente más "pop". Tampoco me gusta, por cierto, su genuflexión ante la Alta Cultura, y su constante deseo de ser incluidos en los canales de la cultura seria. Yo vengo de otro lugar. Para mí, que destrozaran Rompepistas en el Babelia fue una grandísima confirmación de haber hecho lo correcto. Como cuando en el NME un periodista hippie y fan de Jethro Tull escribió lo de "The Jam: overrated" tras verles en no sé qué festival multitudinario. Estas cosas le enorgullecen a uno, la verdad. Tengo esa crítica enmarcada en mi despacho.Ah, por cierto: mis dos escritores españoles favoritos son el fallecido Francisco Casavella y un autor asturiano que se llama Pablo Rivero. Su La balada del Pitbull es el primo hermano de Rompepistas, por si alguien quiere investigar.

Al margen de los libros y el articulismo, andas metido en otros proyectos como el sello Doble Vida Discos. Cuéntanos un poco más de qué va esta historia.
Con dos hijos, una novela en ciernes, una obra de teatro (muy particular) a medio hacer, un libro de ensayos musical-autobiográficos llamado Mil Violines, acabado de entregar a Mondadori, los artículos para La Vanguardia y RDL, el fanzine, un libro en catalán de sketches humorístico-neuróticos recopilando peleas con mi señora también a medio escribir... No me queda mucho tiempo para el sello, la verdad. Creo que soy el que menos se implica en las tareas prácticas, aparte de llamar por teléfono a ingleses borrachos. Doble Vida es un sello de split singles (un artista local, uno extranjero, por cara) que hemos creado con unos amigos fans del 7" y de la música pop chula. Es una cosa bien gloriosa en la que estar, aunque lamentablemente mi aportación sea tan magra.

¿Mil Violines? ¿Debemos esperarnos una suerte de 31 Canciones de Hornby, pero a lo Kikoamatesco? Adelántanos algo de esta nueva obra, pls.
Como todos los lectores van a decir lo del 31 Canciones, mejor aceptarlo ya y seguir adelante. Sí, Mil Violines es un libro de ensayos sobre canciones; en eso se parece al de Nick Hornby. No, en el mío no sale la J. Geils Band ni Nelly Furtado, y menos aún Rick Springfield. Digo, Bruce Springsteen; siempre los confundo. Qué más: en Mil Violines, además, se parte de la base de que el crítico es un ser humano con abuelos fallecidos, culpas, remordimientos, filias y neuras. No es un puto robot que hace crítica como resiguiendo plantillas de Geografía, 7ºEGB. En el mundo del periodismo musical se impide una y otra vez la participación del humano en los artículos, pretendiendo que el resultado será "crítica objetiva". Mil Violines parte del hecho de que la "crítica objetiva" no existe y, de hacerlo, no sería algo particularmente positivo ni deseable. Esto son discos y canciones, no patentes de maquinaria alemana: analizar cimas de la emoción humana sin que en el proceso participe la emoción es un sinsentido total. En este libro se habla de discos, de cómo influyeron en el que escribe sobre ellos, qué alteraciones provocaron en la vida del fan, qué momentos puntúan. A veces se teoriza sobre el grupo y el contexto (en el capítulo sobre mod revival y el Maybe Tomorrow como marsellesa moderna), a veces la canción es el telón de fondo donde pasan las (auténticas) patoaventuras del autor. Como "Cricklewood, 1995", que es el capítulo sobre el duro invierno de 1995: yo, mi hermano y un amigo incrustados en Cricklewood, Londres, mientras en el mundo suena una y otra vez la inmunda Wonderwall. O sea, que hay un poco de todo: ensayo, narrativa biográfica, exultación y entusiasmo, y unos cuantos diálogos-peleas con mi señora, que siempre son entretenidos de observar. Creo que saldrá a principios del 2011, en Random House/ Mondadori.

También sigues editando, junto con tu hermano, Uri Amat, el ‘zine La Escuela Moderna, en homenaje a Ferrer i Guàrdia, con una peculiar línea ética y unas condiciones muy particulares; que te pedimos –por si no lo habías adivinado- que nos expliques. De paso, si te marcas un recorrido de tu producción fanzineril, se agradecerá.
Empecé a escribir fanzines a los 14. Estaba en uno político (independentista) local de Sant Boi, del que me echaron por maquetar con fotos de Dead Kennedys y el Dance Craze y meterme con la línea oficial del partido. Desde entonces nunca he dejado de hacerlos: el mod-punk-garajero-teen (Rowed Out!) junto a mi hermano, el indie-riot-punk-mod mosqueado (Vendetta), el hardcore-punk-mod con grandes pretensiones (Hangover)... Hay más, pero tampoco hace falta. Digamos que La Escuela Moderna (que también co-edito con mi hermano) es el mejor que he hecho. Si no fuera el nuestro, sería mi fanzine favorito. Todos nuestros escritores son excepcionales, muy informativos, pero a la vez muy divertidos. La línea es difícil de explicar: es de izquierda cachonda, radical de boquilla, anti-tecnocracia y anti-cinismo y anti-posmodernidad, y pro-entusiasmo, pro-obsesión, pro-pasión, pro-risotada, bastante mod y punk rocker en espíritu.

Por último, y para no alargar demasiado todo esto, ¿deseas añadir más comentarios, desde agradecimientos hasta juramentos de asesinato?
Listas, siempre listas. Estas son las canciones para mi funeral, que me dio por recopilar ayer. Pasadlas a un notario, que no quiero que luego suene algo horripilante.
THE JAM: Ghost
TIM HARDIN: If I was a carpenter
SMOKEY ROBINSON & THE MIRACLES: The tracks of my tears
MOSE ALLISON: I love the life I live
ASTRUD: La nostalgia es un arma
JOYCE: Clareana
GENERATION X: Kiss me deadly
THE CLASH: Stay free
DEXY’S MIDNIGHT RUNNERS: All in all (this one last wild waltz)
THE BEAT: End of the party

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